Para ayer a las 9:00 horas se esperaba el inicio del Simce de 8° básico en todos los colegios del país, medición que no se hacía desde 2019 en ese nivel.
No obstante, mientras en algunos establecimientos los escolares se aprestaban a contestar las preguntas con las que se mide cómo están los aprendizajes, se determinan políticas públicas y se hacen comparaciones con los países OCDE, en cientos de otros colegios se esperaba, en vano, la llegada de los evaluadores y las pruebas.
Los retrasos fueron tales que la medición no se pudo realizar. Y en medio de críticas de sostenedores, expertos y políticos, la Agencia de Calidad de la Educación, entidad que aplica el Simce y depende del Mineduc, anunció la recalendarización para dos semanas más para el grupo afectado.
Según se informó, fueron 218 cursos los que no pudieron dar el test, con cerca de 7 mil estudiantes.
“Catalogamos como una situación gravísima la falla registrada en la aplicación del Simce, la cual impidió que miles de niños, niñas y adolescentes de distintos establecimientos no pudieran rendir la evaluación. Esto constituye una vulneración directa del derecho a la educación y, por lo tanto, su abordaje exige medidas inmediatas para reparar el daño”, aseveró el defensor de la Niñez, Anuar Quesille.
(…) Impacto en la motivación
Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar y exsecretario de la Agencia de Calidad, comenta que tomar de forma desfasada la evaluación “no es lo ideal, evidentemente, pero constituye un instrumento que se usa, y que está pensado justamente para hacerse cargo de este tipo de crisis (…). Sin embargo, esta prueba es prácticamente la única responsabilidad legal de la Agencia, y para una institución así, fallar en su propósito central es gravísimo”.
Y agrega: “Se debe aclarar con urgencia qué pasó con el monitoreo de la capacitación, por qué no se llegó a las metas en la Región Metropolitana, donde usualmente es más fácil, porque hay más gente”.
Mauricio Bravo, vicedecano de la Facultad de Educación de la UDD, acota, en tanto, que “cuando los estudiantes perciben que el sistema no funciona correctamente, en este caso que los examinadores no lleguen, puede generarse una percepción de que no se toma en serio. Esto puede impactar la motivación”.
