Hero Image

Actualidad

Estudio UDD: ¿Quién enseña Tecnología en Chile? 94% de los docentes no tienen formación especializada

Mientras el sistema escolar del país busca preparar a estudiantes para un mundo cada vez más digitalizado, la Educación Tecnológica enfrenta una paradoja: quienes la enseñan no han sido formados para hacerlo y quienes sí tienen la especialidad están dejando las aulas.

En plena era digital, cuando conceptos como pensamiento computacional, innovación tecnológica y alfabetización digital deberían ser pan de cada día en las aulas, la realidad del sistema escolar chileno muestra una paradoja preocupante: la asignatura de Tecnología, obligatoria desde 1° básico hasta 2° medio, es impartida en un 94% de los casos por docentes que no tienen formación en el área.

Así lo revela el reciente informe ¿Quién enseña Tecnología? Los nudos críticos que comprometen el futuro digital, elaborado por la Facultad de Educación de la Universidad del Desarrollo, a través del Centro de Investigación para el Mejoramiento de los Aprendizajes (CIMA) y la iniciativa Conecta Educar.

Según el estudio, solo un exiguo 6% de los docentes que enseñan esta asignatura en el país cuenta con mención o especialización en la materia, independiente del nivel educativo en que se desempeñen (básica, media humanista-científica o media técnico-profesional). En contraste, quienes imparten este ramo provienen, en su mayoría, de carreras generalistas, como pedagogía básica, lenguaje o artes.

“Esta situación compromete no solo la calidad de los aprendizajes, sino también la capacidad del país para preparar a las nuevas generaciones ante los desafíos del siglo XXI”, señala Mauricio Bravo, vicedecano de la Facultad de Educación UDD y uno de los autores del documento.

Baja demanda

El estudio también alerta sobre el colapso de la formación inicial docente en esta área. Sin ir más lejos, entre 2007 y 2019, la matrícula en pedagogía en Educación Tecnológica cayó de 192 a solo 5 estudiantes en todo el país, lo que ha llevado al cierre de prácticamente todos los programas universitarios en esta especialidad.

“Esta caída evidencia una pérdida de interés estructural en la carrera, agravada por problemas de empleabilidad, escasa visibilidad del perfil profesional y un débil reconocimiento institucional”, sostiene Bravo.

La formación continua tampoco logra revertir el problema: los postítulos y diplomados disponibles tienen baja demanda, condiciones restrictivas y escaso reconocimiento profesional. El sistema de incentivos vigente, como la Bonificación de Reconocimiento Profesional (BRP), entrega apenas $86.000 mensuales y no reconoce estudios a distancia, lo que limita el acceso a quienes ya ejercen en regiones o zonas rurales.

Brecha generacional

Otro dato llamativo del informe es la brecha generacional: los docentes que sí tienen formación en Tecnología tienden a concentrarse en tramos etarios sobre los 45 años, mientras que los docentes más jóvenes —quienes probablemente tienen mayor familiaridad cotidiana con herramientas digitales— enseñan la asignatura sin preparación formal.

“La paradoja es evidente: quienes crecieron con la tecnología la enseñan sin haber sido formados para ello; quienes tienen la formación, están por jubilarse”, se indica en el documento.

¿Y ahora qué?

El informe también advierte la asignatura de Tecnología fue diseñada para desarrollar competencias clave como la resolución de problemas, el diseño de soluciones tecnológicas, la creatividad y la reflexión crítica sobre el impacto de la tecnología en la sociedad, por lo que se trata de una disciplina estratégica para los desafíos laborales del siglo XXI.

De hecho, según el Future of Jobs Report 2025 del Foro Económico Mundial, el 39% de las habilidades actuales se transformarán o quedarán obsoletas entre 2025 y 2030, y las competencias tecnológicas como la alfabetización digital, el manejo de datos y la inteligencia artificial estarán entre las más demandadas.

Así las cosas, el documento propone rediseñar la formación universitaria en esta área, actualizar currículos, flexibilizar las exigencias del BRP y generar nuevas rutas de profesionalización.

“El país no puede darse el lujo de seguir improvisando en un área que es clave para el desarrollo de sus estudiantes y su futuro digital”, concluye Mauricio Bravo.

Accede al estudio completo aquí.