La coordinadora académica de la carrera de Pedagogía en Educación Básica con mención Inglés conversa con El Mercurio sobre la relevancia del pensamiento creativo, el cual no solo puede ayudar a garantizar el bienestar estudiantil, sino que también puede fomentar la motivación para aprender.
En 2022, la organización preguntó a las jurisdicciones participantes si sus sistemas educativos hacían referencia al pensamiento creativo o términos relacionados, como innovación.
“Es una habilidad esencial para que los estudiantes desarrollen, ya que les permite generar ideas originales y pensar fuera de la caja; los prepara para adaptarse a un mundo que cambia rápidamente, les permite interpretar experiencias de maneras novedosas y personalmente significativas, y les ayuda a descubrir y desarrollar su propio potencial”, explican a “El Mercurio” Marta Cignetti y Marc Fuster-Rabella, consultora y analista —respectivamente— de Políticas Educativas de la OCDE, además de los autores detrás de un reciente informe centrado en este tema, donde se da cuenta de que el 60% de las jurisdicciones evaluadas por PISA incluyen referencias al pensamiento creativo en 75% o más de sus materias curriculares de educación primaria.
Pero si bien son muchas las naciones que mencionan el pensamiento creativo en sus programas educativos, el documento también advierte que “cambiar los currículos por sí solo no es suficiente para reconocer, promover y recompensar sistemáticamente la creatividad de los estudiantes de manera efectiva y consistente”, y señala que la integración efectiva de esta habilidad en las salas de clases “enfrenta desafíos”.
Sobre este punto, Lorena Medina, exdecana y profesora asociada de la Facultad de Educación de la U. Católica, comenta que “el pensamiento creativo está presente en prácticamente todos los planes de estudios a nivel del sistema o estándares de aprendizaje, pero sabemos por la investigación a nivel nacional y latinoamericano, que el desarrollo de habilidades de orden superior se da con muy baja frecuencia en las aulas y que además suelen supeditarse preferentemente a las áreas artísticas y de humanidades”.
Aunque “el pensamiento creativo se basa en conocimientos y habilidades que se relacionan más directamente en áreas específicas, hay un acuerdo importante en que el pensamiento creativo puede darse y ser enseñado en todas las asignaturas y áreas de aprendizaje”, agrega Medina.
Para que aquello ocurra, “los sistemas escolares y sus comunidades deben entender el pensar creativamente como una actividad dinámica, cambiante, que se adapta a temas, problemas y fines, con flexibilidad, para sintonizar con el contexto y que requiere de un tiempo no menor de trabajo colaborativo y la construcción de una visión común entre los miembros de la comunidad escolar. Y entender el espacio escolar, sus clases y sus comunidades como el lugar en el que el pensamiento creativo surge de procesos participativos y distribuidos socialmente”.
Bajo esta misma idea, Victoria Varas, coordinadora académica de Pedagogía en Educación Básica mención Inglés de la U. del Desarrollo, recuerda que este tipo de pensamientos y las asignaturas más bien “clásicas” no tienen por qué ser contrapuestas. “Uno podría, por ejemplo, desarrollar la escritura creativa y desarrollar así el proceso lecto-escritor. No es contrapuesto al pensamiento creativo. Uno también podría estar desarrollando un proyecto o analizando una obra artística y vincular eso a conceptos matemáticos”.
La metodología STEAM y el Aprendizaje Basado en Proyectos —que promueven el aprendizaje empírico a través de la resolución de problemas, la realización de preguntas y la examinación directa—, son propuestas “que van muy de la mano al desarrollo del pensamiento creativo”, indica.
“El desarrollo del pensamiento creativo va muy alineado a que dejemos de hacer las cosas como lo hacíamos antes y a que cambiemos, nos adaptemos y hagamos cosas nuevas. Y para eso se requiere tiempo y capacitación”, plantea Varas.
La capacitación docente es justamente algo que la OCDE recomienda para Chile.
“Los profesores podrían tener acceso a capacitación específicamente orientada a la enseñanza de la creatividad: el desarrollo profesional continuo puede ser una forma para que los docentes aprendan y reflexionen sobre lo que significa el pensamiento creativo en diferentes dominios de conocimiento, así como para discutir e intercambiar puntos de vista sobre los tipos de prácticas que lo respaldan y para abordar posibles conceptos erróneos, como la visión del pensamiento creativo como una competencia relacionada solo con las artes, o una que solo unos pocos estudiantes ‘talentosos» pueden desarrollar”, dicen al respecto Cignetti y Fuster-Rabella.
Por otro lado, “Chile podría desarrollar una guía clara sobre la evaluación a nivel del sistema. Esto podría respaldar una comprensión mejor definida y compartida de lo que es el pensamiento creativo entre los profesionales y, por lo tanto, facilitar el desarrollo de actividades de instrucción relacionadas”. “El currículo chileno sigue estando sobrecargado de contenidos y cada vez que creemos necesitar aprender algo nuevo, creamos un nuevo ítem para cubrirlo”, plantea Lorena Medina, de la UC.
En este caso, se debe entender “que no necesitamos crear un nuevo ítem, taller o disciplina para desarrollar pensamiento creativo (…). Se trata de un modo de pensar, trabajar y participar socialmente que se puede abordar en todas las asignaturas”.