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Actualidad

[Columna] Lectura Digital: aporte a la democratización de la lectura

 

 

Magdalena Infante
Coordinadora Área Lenguaje

Probablemente nunca nos  habíamos sentido tan dependientes de la tecnología como en las últimas semanas. La forma de abastecernos, informarnos, divertirnos y encontrarnos ha sido en muchos casos mediada por tecnología. La cantidad de tiempo que hemos pasado frente a una pantalla -trabajando o en clases o en reuniones por videoconferencia- no tiene precedentes en nuestras vidas, ni en la historia. Para los niños en edad escolar la educación formal también se ha puesto a disposición por medios digitales y recientemente, por televisión. Y los más pequeños, dependiendo de las actividades de cada familia, han visto también crecer su “tiempo frente a la pantalla” como consecuencia de padres y hermanos en modo teletrabajo.

En paralelo, mucho se publica en los medios de comunicación masiva y en las redes sociales sobre lo dañino que puede ser el  tiempo frente a la pantalla. Los medios han contribuido a divulgar este término y de cierta forma, a demonizar el uso de medios digitales en la infancia. Pero lo cierto es, que como señala la investigadora de la Universidad de Stavanger, Natalia Kucirkova, tiempo frente a la pantalla es un término bien difuso y que no ayuda mucho ni a las familias ni a los profesores a establecer criterios para saber qué hacer y qué no hacer frente a la inevitable presencia de los dispositivos digitales. El problema, señala, no es necesariamente el medio, sino las actividades y contenidos a los que acceden los niños al usar teléfonos o tablets.

En este mismo sentido, Michael Robb, director de investigación de CommonSense Media (ONG especializada en evaluar y recomendar contenido digital para niños), señala que hay que dar más valor al contenido que al tiempo que un niño pasa frente a la pantalla. Además, explica, hay investigaciones que han resaltado la importancia de la experiencia de los niños con los medios, dependiendo de quién acompaña a los niños, el propósito del contenido, y de quién habla con los niños sobre lo que están viendo. En ese sentido, enfatiza, “la clave es comprender que no todo el uso de las pantallas es igual. No debemos actuar como si pasar una hora viendo antiguos dibujos animados fuera lo mismo que pasar una hora haciendo una videollamada por Zoom con un familiar. Tampoco como si pasar una hora jugando Fortnite con un amigo fuera lo mismo que estar una hora viendo tutoriales de dibujo en YouTube. Lo que un niño obtiene de cada una de estas actividades es totalmente diferente y satisface diversas necesidades, y eso es positivo”, señala.

Lo interesante es que existen diversas organizaciones que están haciendo un esfuerzo muy serio por crear, probar, evaluar y difundir contenidos digitales de buena calidad, en especial libros y aplicaciones orientados a la lectura infantil (ver anexo). Hay razones poderosas para querer potenciar la lectura digital, señala Kucirkova, entre ellas el valor agregado de los libros electrónicos para niños que están en los márgenes respecto de la lectura. La investigación ha encontrado que los libros electrónicos son una ayuda para niños de origen socioeconómico bajo, niños con dificultades de lenguaje y niños con pobre conocimiento de las letras. Es decir, aquellos niños que más necesitan aprender a leer. Por otra parte, explica, hay un valor potencial para los libros electrónicos, que reside en que:

En Chile tenemos el privilegio de contar con dos bibliotecas digitales públicas de primer nivel: la Biblioteca Pública Digital, en la que cualquier persona con rut puede inscribirse y realizar préstamos y que cuenta con una colección infantil, y la Biblioteca Digital Escolar, con más de 10.000 títulos, a la cual pueden acceder todos los miembros de los establecimientos escolares públicos o subvencionados. Es un tremendo campo de acceso a la lectura a disposición del país. En países como el nuestro, en que la cultura del libro impreso no es fuerte, la potencialidad de llegar a más lectores por vías digitales es un gran paso en cuanto a democratización de la lectura. Y si bien esta pandemia ha puesto en relieve las dificultades de acceso a la tecnología que existen en nuestra sociedad, siempre es bueno pensar la alternativa: los niños que pueden leer hoy en digital, ¿habrían tenido antes acceso al libro impreso? Probablemente no.

La lectura digital en múltiples soportes es ya una realidad con miles de lectores a nivel nacional y sus efectos comenzarán  a sentirse pronto. Es importante contar con criterios de evaluación para saber cuáles son sus ventajas y desventajas. En su último número, la revista Había Una vez hace un interesante recorrido por el panorama de la lectura digital para niños y jóvenes. Interesante lectura –en especial el artículo de Kristina Cordero- para situar esta discusión en nuestro contexto -sin prejuicios- y valorar sus potenciales aportes.