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Actualidad

[Columna] Hoy más que nunca, profesores aprendices

 

Kiomi Matsumoto
Directora Formación Práctica
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Sin duda la pandemia del COVID 19 y las acciones para combatirla han generado una serie de cambios vertiginosos en todos los ámbitos de nuestra vida, obligándonos a enfrentar incertidumbre y a desechar rutinas y planes que nos brindaban seguridad. Niños y jóvenes han debido dejar sus escuelas e instituciones educativas permaneciendo en sus hogares y su educación pasa a constituir uno de los mayores retos para la escuela, sus profesores, sus padres y los propios estudiantes.

Dada la velocidad con la que se viene desarrollando esta emergencia, y la gran cobertura del sistema educativo, ha habido muy poco tiempo para la coordinación de acciones y el desarrollo de mecanismos que permitan continuar brindado educación a las nuevas generaciones; si bien, habían avances en el desarrollo de procesos no presenciales, éstos principalmente se estaban implementando en instituciones de educación superior a través de acciones formativas (de pregrado, postgrado o educación continua) en la dirección del aprendizaje en línea.

Distinta es la situación de las escuelas, con escasas experiencias previas de formación a través de medios digitales. Una escuela en la que los niños asisten cinco días a la semana por varias horas al día, no requería la implementación de procesos de este tipo. Son los escolares, por tanto, los que hoy en día pueden quedar menos atendidos, especialmente los más vulnerables y los de menores edades.

Hoy más que nunca necesitamos profesores y profesoras que sientan una gran motivación por aprender, con la humildad necesaria para aceptar cuando no se sabe, y no tener miedo a averiguar nuevas y mejores maneras para lograr que cada uno de sus estudiantes aprenda (Belando-Montoro, 2017). Curiosos, que se atrevan a explorar nuevas posibilidades (Solmaz, 2017) y que disfruten a medida que avanza su indagación (Zion & Sadeh, 2007). Profesores y profesoras dispuestos a perseverar en la tarea hasta que se completa, sin rendirse ni abandonarla, a pesar de los obstáculos y dificultades (Caena, 2019). Y además, conscientes de su pensamiento y sensibles frente a la retroalimentación y evaluación de sus acciones (Marzano & Pickering, 2005), capaces de auto regularse.

Necesitamos profesores y profesoras capaces de comprenderse como aprendices a lo largo de su vida, pues sus tareas tenderán a replantearse en función de los desafíos de un mundo en constante transformación (Barrera-Pedemonte, 2016), y especialmente en crisis como la que nos afecta. El aprendizaje continuo y permanente no es ya una opción a elegir, sino una obligación moral para una profesión comprometida con el conocimiento.

 

Referencias