M. Josefina Santa Cruz V.
Decana Facultad de Educación
Universidad del Desarrollo
Como es de público conocimiento, el nuevo sistema de admisión escolar de los colegios subvencionados y municipalizados prohíbe realizar pruebas académicas o entrevistas personales a los postulantes y a sus padres o apoderados. De esta forma, se busca terminar con la selección y dar a todos los postulantes iguales oportunidades de acceder al establecimiento de su preferencia, sin importar su desempeño cognitivo, género o condición social y económica.
Lo anterior es, sin duda, una oportunidad para los niños que solían ser excluidos del sistema. Ahora bien, si la demanda por un establecimiento supera las vacantes, se procede a un sorteo más conocido como tómbola y en este sistema la causa de quedar o no en un colegio es, simplemente, la suerte: buena, para los que quedan y mala, para los que se van.
La atribución de los resultados al azar tiene consecuencias que fueron estudiadas por el psicólogo social Bernard Weiner, quien desarrolló una teoría que intenta explicar las causas del comportamiento humano. Según él, el proceder de una persona está fuertemente asociado a las razones que ella utiliza para explicar el resultado de sus acciones, y a la propia capacidad que percibe de cambiarlo, es decir, el locus de control.
Cuando las personas atribuyen el resultado de su comportamiento a la mera suerte, entonces, su locus de control es externo: “no hay nada que yo pueda hacer para cambiar mi suerte”. Por el contrario, cuando tienen un locus de control interno son conscientes de que el éxito o el fracaso de sus acciones se debe a algo que está bajo su control, que depende en parte al menos, de ellos mismos. Uno de los factores que ha demostrado ser un motor para el cambio es atribuir las consecuencias al esfuerzo, pues este depende totalmente de la persona.
He escuchado a muchos padres decir que les gustaría que los entrevistaran, quieren hacer saber a la escuela del esfuerzo que han hecho por educar lo mejor posible a sus hijos, haciendo sacrificios que tal vez otros no han hecho ni harán.
En una sociedad democrática que valora el mérito -el esfuerzo es indudablemente un mérito-, la atribución a la suerte da una señal equívoca para las familias de muchos niños, que quieren quedar en un colegio y no en otro y consideran que lo merecen, no porque sus hijos sean los más inteligentes ni porque su familia sea perfecta, sino porque para ellos la educación es lo primero y están dispuestos, más que otros padres, a tomar compromisos con su escuela. Pienso que esos padres no merecen encontrarse con una tómbola.