Robert Sternberg (Universidad de Cornell) es un psicólogo estadounidense destacado por su trabajo en el área de la inteligencia humana. Ha definido inteligencia como la “actividad mental dirigida hacia la adaptación intencional, selección o transformación de entornos del mundo real relevantes en la propia vida”, lo cual implica una visión dinámica, que se relaciona con cómo una persona es capaz de tratar con los cambios en el entorno. De hecho, su teoría triárquica de la inteligencia fue una de las primeras en ir contra el enfoque psicométrico y adoptar un acercamiento más cognitivo.
En su artículo de publicación reciente “Alternative measures of intelligence: five reasons why IQ tests have no value in K-12 schooling… and never did”, Sternberg cuestiona enfáticamente 5 antiguas razones que han justificado el uso de los tests de C.I. (Coeficiente Intelectual).
En primer lugar, recuerda lo intimidado que estuvo por las pruebas de C.I. que se le aplicaron como un estudiante de escuela primaria a finales de 1950 y principios de 1960 – y lo mal que lo hizo. «Hoy en día, no existe ninguna razón para someter a los alumnos de primaria de los tests de inteligencia», dice. «Todas las razones que antes parecían tan importantes han demostrado ser inválidas… los líderes educativos pueden demostrar su propia inteligencia alejándose de los tests de inteligencia.»
A continuación se muestra la fundamentación entregada por el autor de por qué estas pruebas no tienen – y nunca han tenido – ningún valor para la toma de decisiones en la educación escolar:
Hasta ahora, todos los intentos por medir la inteligencia “pura” han fallado.
Los exámenes que contienen preguntas sobre el vocabulario, aritmética, resolución de puzzles, e información general miden inevitablemente las oportunidades sociales y culturales del pasado de una persona. «No existe ningún test de C.I. u otra prueba existente que pueda dejar a un lado las oportunidades y experiencias previas al rendimiento de la prueba.»
Además, el investigador de Nueva Zelanda James Flynn ha encontrado que con el tiempo, las mejoras en la nutrición, la atención médica, la tecnología y la educación han producido un aumento constante en el coeficiente intelectual alrededor del mundo – en 3 puntos cada década, o 30 puntos entre 1900 y 2000. La única razón por la cual el promedio del C.I. se mantuvo en 100 es que los editores de los tests se mantienen reformateando las pruebas y establecimiento nuevas expectativas para lo que constituía una puntuación en un cierto nivel.
La alternativa, es aplicar a los estudiantes preguntas en las áreas que les interesan y de las cuales tienen cierto conocimiento – por ejemplo, con los niños esquimales, la caza, la recolección y la pesca, con escolares de Kenia, las hierbas medicinales contra la malaria y otras enfermedades. Si usted entiende el conocimiento y las habilidades cognitivas del niño en un dominio que sea realmente significativo para él podrá conocer lo que el alumno es capaz de hacer en otros dominios, si solamente presenta motivación por estas áreas.
¿Qué pasa si el estudiante tuvo maestros mediocres o ineficaces en los niveles previos al test de inteligencia, o tuvo una experiencia traumática que afecta su motivación y rendimiento?
Por estas razones (y también para los tests de ansiedad), una evaluación del índice de inteligencia en una sola aplicación puede ser una medida inexacta del potencial del estudiante para el éxito futuro.
La alternativa es considerar los logros académicos y puntuaciones previas de períodos anteriores y tener en cuenta el contexto de esos datos.
La idea era comparar la puntuación del C.I. de un estudiante con su logro académico en lectura, matemáticas, o de otro dominio y buscar discrepancias. Esto suena razonable, pero no ha funcionado bien, ya que la prueba de inteligencia mide inevitablemente habilidades verbales, ya sea en escuchar, leer, escribir o hablar – por lo cual no se puede separar la medición de la inteligencia de la medición de la lectura (obviamente, una habilidad verbal). Lo mismo vale para otros dominios de contenido.
Resulta que los estudiantes con una discapacidad en un determinado su dominio, pueden tener el mismo desempeño que estudiantes con bajo rendimiento escolar por razones no relacionadas con la discapacidad.; Entonces el C.I. no importa.
La alternativa, es realizar evaluaciones de diagnóstico en áreas específicas, averiguar lo que hay que mejorar, y trabajar con los estudiantes en esas áreas. No es necesario la prueba de C.I. y nunca lo ha sido, si usted quiere saber si el déficit es de dominio específico, simplemente compare el desempeño del estudiante en esta área, con otras áreas. Eso es todo lo que necesitas.
La idea de seleccionar a los estudiantes verdaderamente inteligentes, no sólo a los trabajadores duros y de alto rendimiento no es posible. Esto ya que el C.I. y las mediciones de logro académico miden todo como si fuese lo mismo.
Por ejemplo, resultados en el SAT, ACT y las pruebas de C.I. están altamente correlacionados, a pesar de que los dos primeras se supone son pruebas de rendimiento.
No es necesario un test de inteligencia para identificar a los estudiantes que pueden integrarse a programas más avanzados. La alternativa es en primer lugar decidir qué se quiere decir con «dotado», y si lo asocia con «alto coeficiente intelectual,» quiere decir usted no lo ha pensado en un sentido más completo. Así como Howard Gardner, Joseph Renzulli, David Feldman, y otros han encontrado, hay mucho más significado en ser “dotado” que lo que muestran los tests de C.I.
Las evaluaciones basadas en el desempeño hacen un trabajo mucho mejor – es decir, mirar el trabajo actual de los estudiantes en el área en que se espera encontrar mejor rendimiento – lectura, matemáticas, ciencia, arte, música, y otros.
Sin importar cómo haga usted comparaciones entre distritos o regiones, no utilice las pruebas de C.I., no le dirán lo que desea saber. La alternativa: Utilizar pruebas de logro académico.