Es posible que la gran mayoría de quienes hemos sido formados como profesores, hayamos realizado una o más prácticas en escuelas o algún tipo de institución educativa, y ciertamente muchos podremos decir que estas experiencias nos permitieron acercarnos de manera gradual al ejercicio de la profesión y comprender la complejidad de la enseñanza. Sin embargo, seguramente en estas prácticas nos tocó observar la falta de coherencia entre las nuevas metodologías que aprendíamos en los cursos universitarios y lo observado en la práctica, o bien, entre lo que debíamos implementar y lo que el centro esperaba que implementáramos. Sumado a lo anterior, existía una mínima comunicación entre la Universidad y el establecimiento, y escasa coordinación de las actividades a realizar.
Este problema de desvinculación y diferencias de perspectivas entre programas formadores de profesores y centros escolares es bastante antiguo y persistente. Walker y Montecinos (2014) reúnen evidencia para señalar que esta desvinculación se origina en la creencia extendida que el conocimiento producido en los centros universitarios goza de un mayor estatus, en comparación con el que tiene el conocimiento práctico generado en los colegios a través de la docencia. Se produce además, una disociación entre la teoría y la práctica pues las instituciones formadoras se identifican con la teoría (con la idea de que ésta se aprende en la universidad y luego se pone en práctica en los colegios) y los establecimientos escolares tienden a pensar que lo que se aprende en la universidad no sirve de mucho (con la idea de que es la práctica escolar la que enseña lo que deben poner en ejercicio los docentes para enfrentar los problemas reales). La desvinculación también se manifiesta en las diferencias existentes entre lo que se les enseña a los estudiantes en algunos cursos en la universidad y las oportunidades reales de enseñanza y aprendizaje que tienen en los cursos de práctica.
La formación de profesores debiera organizar las experiencias de los futuros profesores para que ellos puedan integrar y utilizar sus conocimientos de una manera hábil en el aula, asegurando disminuir la brecha entre lo que los futuros profesores pueden considerar y lo que son capaces de hacer (Mc Donald, 2013). Los tipos de entornos en los que los principiantes aprenden para enseñar y más tarde convertirse en maestros, deben transformarse. De acuerdo a Linda Darling-Hammond (2006), éste es probablemente el aspecto más difícil de la construcción de un programa de formación del profesorado e implica una alta coherencia e integración entre los cursos o asignaturas del Plan de Estudios y entre el trabajo de los cursos y el trabajo práctico en las escuelas. Ambos aspectos deben estar claramente intencionados y exige no sólo el diseño de una malla y un Plan de Estudios cuidadosamente secuenciado, sino también un estrecho entrelazado entre teoría y práctica, debiendo incluir en los cursos, aplicaciones en aulas de escuelas.
El vínculo entre ambas instituciones debiera propiciar ajustes en la forma en que la escuela enseña y ajustes en la forma en que la Universidad está formando a los futuros profesores. Es imposible enseñar “cómo enseñar”, pidiéndoles a los futuros profesores que logren imaginar lo que nunca han visto o que «hagan lo contrario» de lo que observan en el aula. Deben ver buenos modelos de enseñanza en las aulas de las escuelas y también deben contar con buenos modelos de enseñanza en su experiencia como estudiantes.
En este sentido, Flores, Ríos, McCleery y Nutting (2014) señalan la necesidad de establecer alianzas, reconociendo que las escuelas y las carreras de pedagogía compartimos metas comunes sobre el avance en el éxito académico de los estudiantes. Para ello recomiendan entre otros aspectos:
Estas alianzas demandan a los académicos de la universidad que cambien su enfoque respecto a la enseñanza de contenidos y requiere que los profesores colaboradores de las escuelas compartan su desempeño, permitiendo así una perspectiva común en el desarrollo del conocimiento en acción.
En la Facultad de Educación UDD, hemos avanzado en la formalización de nuestro vínculo con centros de práctica a través de la firma de más de 24 convenios de práctica. Además, hemos establecido reuniones iniciales de presentación de alumnas y reuniones de seguimiento en sus centros de práctica, estamos realizando de manera sistemática talleres formativos de carácter práctico orientados a profesores colaboradores y directivos de centros de práctica, hemos incorporado la evaluación por parte de los centros de práctica de las estudiantes y la detección de posibles debilidades del Plan de Estudios, y estamos proporcionando a los centros de práctica parte de lo que producen las estudiantes en cuanto a análisis y propuestas de innovación. Lo anterior se suma a procesos formativos del equipo de tutores de práctica (en el que hay varios coordinadores que trabajan en centros de práctica) y la incorporación en los cursos de didáctica y talleres de práctica, de ciclos colaborativos de aprendizaje en los que las estudiantes observan y analizan buenos modelos de enseñanza, planifican de manera rigurosa distintas intervenciones pedagógicas, ponen en práctica la enseñanza en contextos de simulación y luego en contextos reales, y realizan completos análisis de la enseñanza. De esta forma, estamos desarrollando acciones encaminadas a fortalecer este vínculo, articulando las carreras de pedagogía con las escuelas a través del eje de prácticas, con el fin de que ambas instituciones ofrezcan en conjunto una educación de calidad.