Lo realmente importante de la retroalimentación es lo que el estudiante logre hacer con ella. Por lo tanto, ésta solo tiene éxito si el estudiante la usa para mejorar su aprendizaje. En este sentido, la retroalimentación que brindamos no solo debe dar información respecto al rendimiento actual, sino que más bien a cómo mejorar el rendimiento futuro; por ende ayudar a disminuir esta brecha de aprendizaje.
Sin embargo, es habitual que los profesores enfoquen su retroalimentación en cómo mejorar lo realizado por el alumno y entregan la “respuesta correcta”. Con esto se logra que el proceso de mejora sea realizado por el profesor y no por el estudiante. El alumno por tanto podrá aprender y mejorar su trabajo, pero no podrá construir un aprendizaje real de su propio proceso, ya que este proceso lo hizo el profesor. Asimismo, puede llevar a que los estudiantes entreguen sus trabajos “a medias”, ya que sabrán que el profesor luego se los corregirá.
Dylan Wiliam (2016), profesor de evaluación educacional de la University College de Londres, enfatiza que la retroalimentación debe enfocarse en propiciar un cambio en el estudiante y no en su trabajo, situándose en la posición del alumno desde dónde está y no desde dónde debiera estar.
Para esto el autor sugiere a los profesores:
- Asignar tareas que iluminen el pensamiento de los estudiantes, ya que facilitará la posterior retroalimentación.
- Hacer comentarios de trabajo de detective, es decir, hacer de la retroalimentación una tarea en sí misma.
Por ejemplo: Para la retroalimentación de un ensayo, el profesor en vez de entregar a cada alumno su ensayo con comentarios, entrega a cada estudiante varios comentarios de trabajos corregidos. Cada alumno deberá analizar cuál de los comentarios le es pertinente a su propio trabajo y corregirlo.
En una retroalimentación cuantitativa, el profesor en vez de decirle al alumno en qué pregunta se equivocó, le señala que se equivocó en 3 de 10, para que el alumno las encuentre y solucione.
Lo anterior propicia una retroalimentación que haga pensar al estudiante a partir de preguntas. Por lo tanto, hace que el alumno revise su tarea, realizando el mismo trabajo que hace el profesor cuando retroalimenta: analizar.
- Construir capacidad de autoevaluación en los estudiantes
En vez de contestarle al alumno el “¿cómo lo hice?”, devolverle la pregunta “¿cómo crees que lo hiciste?”. Si el alumno es capaz de responder es porque la retroalimentación que uno haría no es necesaria. Por lo tanto, se propone desarrollar en los alumnos un ojo cada vez más crítico, de manera que el estudiante pueda practicar por sí mismo el autoretroalimentarse, ya que es ahí realmente donde aprenderá.
Sin embargo, como es difícil emocionalmente criticarse a uno mismo, Wiliam sugiere una estrategia en 3 pasos:
– Retroalimentar segmentos de trabajos anónimos;
– Retroalimentar trabajos de un compañero;
– Retroalimentar el propio trabajo.
Además, dar espacio para preguntas finales en el proceso de retroalimentación:
– ¿Qué le resultó difícil?
– ¿Qué le resultó fácil?
– ¿Qué haría diferente si tuviera que hacer la misma tarea?
- Una última sugerencia se centra en mantener una relación de confianza.
Para que una retroalimentación sea efectiva el profesor necesita conocer al estudiante y entender lo que necesita en ese momento, logrando una relación de confianza entre P-A, en donde el alumno admire al profesor y el profesor pueda recoger de sus alumnos. En este sentido último, preguntarle:
– ¿Cómo está usando la retroalimentación que la ha dado?
– Si éstas le han ayudado a mejorar su proceso de aprendizaje.
– De esta manera focalizar la retroalimentación y esta permite ajustar el proceso tanto de aprendizaje, como de enseñanza.
María Luisa Salazar
Coordinadora Prácticas Pedagogía en Educación de Párvulos
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Referencia Bibliográfica
Wiliam, D. (2016). The Secret of Effective Feedback. Educational Leadership, 73(7), 10-15.
*Dylan Wiliam is emeritus professor of educational assessment at University College, London. His most recent book is Embedding Formative Assessment: Practical Techniques for K–12 Classrooms (Learning Sciences International, 2015).