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Actualidad

Una experiencia sorprendente

Carmen Poblete

 

Carmen Poblete
[email protected]
Coordinadora Académica
Programa de Formación Pedagógica

 

Como profesora de matemáticas de enseñanza media en un colegio de Santiago, este año empezó para mí con una particularidad muy especial dentro de la habitualidad: entre los estudiantes nuevos que llegaron a formar parte del colegio, se encontraba una alumna no vidente. Sin duda, todo un desafío para el colegio, y en particular, para los docentes que estaríamos en el aula con ella.

La estudiante es de tercer año de enseñanza media, tiene 16 años, perdió la vista a la edad de 10 años en un accidente, por lo tanto cuenta con una base de conocimientos visuales previos. Dentro de la sala de clases, ella opera un computador como cuaderno de apuntes, para luego a través de un programa especializado, escuchar lo escrito. Si bien es cierto que la tecnología proporciona un maravilloso apoyo en aquellas disciplinas de carácter humanistas, no sucede lo mismo con las asignaturas científicas y en particular, las matemáticas. Los números, gráficos, curvas, etc., son símbolos que no pueden ser reproducidos auditivamente por el computador, por lo que el proceso de enseñanza-aprendizaje se torna un gran desafío, lo que conlleva modificaciones en la práctica pedagógica.

Para el colegio y los profesores representa una práctica no habitual. La problemática se abordó en conjunto con la colaboración de los involucrados, es decir, un trabajo en equipo con discusión de cómo enfrentar este reto para lograr el objetivo general: el aprendizaje de nuestra alumna. La primera medida adoptada fue nombrar a una alumna tutora para cada una de las asignaturas, compañeras del mismo curso, las cuales tienen la tarea de acompañar a su compañera durante la sesión de clases y explicarle todo lo que no tiene posibilidad de ver y captar. Como consecuencia, el curso toma conciencia de la importancia de la disciplina al interior de la sala de clases, y por ende, del silencio como un sentido valioso para la alumna no vidente.

En lo personal, he recibido el consejo de gente experta en necesidades educativas específicas por parte de la universidad, valorando el establecer con ella un vínculo desde lo personal y no desde el déficit.

Transcurrido un semestre de clases, he podido evaluar el proceso de esta experiencia. Para la comunidad escolar ha sido un ejemplo concreto de superación, tenacidad y perseverancia, demostrando que la adversidad puede ser superada, despertando el interés por su aprendizaje y desempeño, y la forma en que esta alumna ha enfrentado su discapacidad. Esto último se hace evidente con preguntas de profesores y alumnas sobre el proceso. Dentro del grupo curso, las relaciones entre pares son de solidaridad, comprensión, respeto y de beneficio mutuo. Una de las consecuencias destacables es la mejora del rendimiento académico obtenido por cada una de las alumnas tutoras.

Desde la perspectiva de un docente es un desafío constante para lograr el aprendizaje, reflexionando constantemente en la mejora de la práctica, innovando en este quehacer, desde ser preciso con el lenguaje, verbalizando todo lo que se escribe en la pizarra, reiterando la presentación de la información, adelantando material para el traspaso digital, hasta el rediseño de las evaluaciones. De esta manera, y destacando que no se ha realizado ninguna adaptación curricular, la metodología de enseñanza en el aula se hace más participativa y cooperativa.