Carmen Gloria Garrido
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Directora
Programa de Formación Pedagógica
Concepción
El proceso de aprendizaje de una lengua extranjera se encuentra fuertemente influenciado por factores afectivos. Nuestras motivaciones, el ambiente en el cual se da el proceso de enseñanza-aprendizaje, las expectativas del profesor, la forma en que pensamos acerca de nosotros mismos y acerca de nuestras capacidades, pueden facilitar, dificultar e incluso impedir el aprendizaje de otro idioma. Es por esto que es necesario que los profesores de idiomas trabajen conscientemente con la parte afectiva del estudiante, uniendo el intelecto y la afectividad en la clase.
Son muchas las razones para estudiar un nuevo idioma: el deseo de viajar y poder comunicarse, el hecho que pueda ser un idioma universal, que sea conveniente incluirlo en el currículum, por un afán de ampliar la cultura, porque es una herramienta indispensable para participar en igualdad de condiciones en una sociedad globalizada, porque es parte del currículo, etc. Sin embargo, si queremos ser profesores efectivos, no sólo debemos pensar en estas u otras razones instrumentales que llevan a estudiar una lengua extrajera, sino también en el educando como persona.
Existe una tendencia generalizada en educación a planear el futuro de los sujetos, a pensar en lo mejor para los estudiantes, sin considerar las condiciones en que éstos se hallan al momento de disponerse a aprender un idioma extranjero, o de los procesos que se dan dentro de la sala de clases. Al observar una clase de idiomas, es evidente que el estudiante en su totalidad se ve afectado en el proceso de aprender. No sólo se trata de desarrollar y utilizar habilidades cognitivas, sino también de tener la capacidad de correr riesgos, de tolerar la ambigüedad, de creer en las propias capacidades y de estar dispuesto a cometer errores frente al profesor y a sus pares. Es posible también observar que, estudiantes con similares aptitudes y capacidades cognitivas, sometidos a similares estímulos y métodos de enseñanza, obtienen diferentes resultados, así como también ver que alumnos exitosos en otras materias, no logran buenos resultados cuando aprenden un idioma extranjero. E incluso es posible observar grados de frustración que llevan a no continuar en el intento de aprender una nueva lengua.
Por lo anterior, es importante que los profesores de idiomas tengan siempre presente que no sólo están trabajando con el intelecto del estudiante, sino con una persona que debe tener las condiciones apropiadas para aprender. Es responsabilidad del profesor crear un ambiente de clases propicio, es decir, que sea un ambiente libre de ansiedad, que estimule la participación a través de actividades desafiantes y de acuerdo a los intereses, edad y nivel de los estudiantes, que considere el error como parte del aprendizaje y que el sistema utilizado constantemente comunique altas expectativas hacia los estudiantes.
Si queremos que todos nuestros estudiantes sean aprendices exitosos, debemos trabajar no sólo con su intelecto, sino con toda su persona. Es decir, en una clase de idiomas, el intelecto y la afectividad deben estar unidos.
Referencias Bibliográficas:
Arnold, J. (1999). Affect in Language Teaching. Cambridge: Cambridge University Press.
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Krashen, S., Terrell, T. (1985). The Natural Approach. Language Acquisition in the Classroom. London: Pergamon.
Williams, M., Burden, R. (1999). Psychology for Language Teachers. Cambridge: Cambridge University Press.