El Proyecto de Ley que crea el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, publicado en el mes de abril del presente año, tiene como objetivo la creación de un marco explícito que permita a los profesores seguir una carrera profesional demarcada y conocida por todos. Esta declaración se complementa con la intención de elevar la calidad del sistema educativo del país y con situar a los docentes en el centro de la sociedad, como figuras esenciales en el logro de los estándares establecidos a nivel nacional e internacional.
Para el cumplimiento de estos objetivos, se establecieron una serie de acciones que buscan avanzar de manera integral en los compromisos adquiridos. Una de estas gestiones, está asociada a la regulación de la Formación Inicial Docente, a través de requisitos que todos los programas de Pedagogía deberán adscribir: selección de postulantes, evaluaciones diagnósticas, inmersión laboral, sistemas de acompañamiento, entre otros. Con respecto a la primera medida, se menciona que se debe avanzar hacia una selección que permita que los mejores talentos ingresen a los programas de Formación Inicial Docente, otorgándoles la posibilidad de realizar un propedéutico que los apoye en sus inicios.
Si bien en diversas investigaciones se ha demostrado una correspondencia entre el puntaje PSU obtenido y el desarrollo del estudiante en una carrera universitaria, hay otros factores relevantes que no pueden quedar fuera de esta propuesta y que deben ser abordados a través de estos programas de acompañamiento, para el fortalecimiento de competencias de los estudiantes. González (2003), menciona que los alumnos que ingresan a instituciones de educación superior, lo hacen con una serie de condiciones relacionadas con las expectativas y autoexigencias, pero también con los miedos propios de enfrentar este nuevo reto, como lo son el fracaso y la incertidumbre. Estos elementos, que inciden en la autoestima académica, se suman a que los que quieren desarrollarse como profesionales de la educación, en su mayoría, obtienen puntajes más bajos que aquellos que lo quieren hacer en otras carreras.
La desvalorización social de la profesión, en conjunto con la baja autoestima académica que pueden presentar los postulantes de Pedagogía, obliga a las casas formadoras a hacerse cargo del aspecto “socio – afectivo” de sus estudiantes, con el objetivo de reforzar la eficacia y autoregulación del aprendizaje. Fernández (2009), propone como metodología, la enseñanza explícita de destrezas cognitivas de alta complejidad, estimulando la metacognición y las competencias relacionadas con el rendimiento universitario. Esto permitiría que los individuos se sientan mejor preparados para enfrentar los desafíos, entregándoles seguridad y una percepción positiva de sus capacidades, produciendo un incremento en su autoestima y por lo tanto, obteniendo mejores resultados en su formación.
Trinidad Ríos
Directora Carrera
Pedagogía en Educación Básica
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Referencia Bibliográfica
Fernández, O. Martínez, M. Melipillán, D. (2009). Estrategias de aprendizaje y autoestima. Su relación con la permanencia y deserción universitaria. Estudios pedagógicos v. 35.
González, N. Medina, J. Serrano, J. (2003). Autoestima en jóvenes universitarios. Ciencia Ergo Sum v. 10. (173 – 179).