Desde el año 2009, el artículo 29° de la Ley General de Educación establece los objetivos generales para la educación parvularia, básica y media. Según lo estipulado, un estudiante que termina 6º básico debiera ser capaz de “trabajar individualmente y en equipo, con esfuerzo, perseverancia, responsabilidad y tolerancia a la frustración”; “desarrollar la curiosidad, la iniciativa personal y la creatividad”; y “pensar en forma reflexiva, evaluando y utilizando información y conocimientos, de manera sistemática y metódica, para la formulación de proyectos y resolución de problemas”.
La ley demuestra el alto nivel con que se espera formar a nuestros alumnos y da cuenta del rol crucial de los docentes, sabiendo que dichos profesionales son un factor clave en el desarrollo de los estudiantes. En efecto, las exigencias de la LGE demandan profesores altamente competentes en diversos ámbitos. Se necesitan docentes capaces de modelar y enseñar razonamiento de alto nivel cognitivo, de trabajar en equipo y colaborativamente, de resolver problemas mediante un pensamiento reflexivo, crítico, flexible y creativo, además de inculcar valores y principios éticos en sus estudiantes.
Todo lo anterior supone que los educadores cuenten con una formación de calidad, que se actualice constantemente y se someta a estándares de alta exigencia académica. Los procesos de certificación, evaluación externa y acreditación son algunos de los medios que tiene la sociedad para asegurarse que los profesores tengan las capacidades necesarias para formar adecuadamente a sus estudiantes. Sin embargo, es conveniente que el involucramiento de agentes externos durante este proceso lentamente dé paso a una conciencia interna de cada profesor de la necesidad de “auto acreditarse”.
Al igual que los médicos, es esperable que los profesores incorporemos a nuestra formación la necesidad imperiosa de un continuo perfeccionamiento que nos permita responder adecuadamente al compromiso que hemos tomado con nuestros estudiantes y con la sociedad. Asimismo, las Facultades de Educación tenemos el deber de formar profesores que, como los médicos, tengan el hábito profesional de estar al día en aquello a lo que nos dedicamos, que lean habitualmente artículos relacionados con las disciplinas que enseñan, que se suscriban a revistas de la especialidad, que sistematicen experiencias docentes y las presenten en seminarios y congresos, que publiquen sus experiencias en revistas de su área de trabajo, que busquen dónde están los que más saben y que armen redes con ellos.
El nuevo proyecto de ley de carrera docente es evidentemente exigente para los profesores y una de las exigencias más polémicas es la evaluación a que deberán someterse para poder seguir ejerciendo. Tal vez en el largo plazo, esta exigencia ya no vendrá impuesta desde el Ministerio, en cambio, será una exigencia de “autoacreditación” de los propios profesores, de eso somos muy responsables quienes formamos profesores y es un desafío que las Facultades de Educación debemos asumir.
M. Josefina Santa Cruz V.
Decana Facultad de Educación
[email protected]