El NEM (Nota de Enseñanza Media) y el Ranking de Notas (RN) son dos componentes distintos, pero complementarios del Sistema Único de Admisión a la Educación Superior (SUA). Cada uno de ellos tiene un propósito distinto. El NEM describe el rendimiento académico del estudiante a lo largo de toda su educación secundaria, en cambio, el RN reconoce el rendimiento del estudiante y su mérito relativo en sus propios contextos educativos. Ambos fueron diseñados para reconocer el desempeño académico previo, más allá del conocimiento demostrado en la PAES.
En este contexto, en los últimos días se levantó una polémica respecto del ranking de notas como mecanismo de acceso a la educación superior. Un estudio realizado por el Centro de Estudios Públicos (CEP) identificó, entre 2012 y 2019, un aumento significativo del promedio de notas, pasando de 5,3 a 5,6 en los establecimientos municipales, de 5,6 a 5,8 en los particulares subvencionados y de 5,9 a 6,1 en los particulares pagados.
Como siempre ocurre en los debates en educación, se responsabiliza al instrumento y no a quién los usa de forma incorrecta. Por ejemplo, se culpa al Simce por los resultados y no a la calidad de la educación que se imparte en nuestras aulas. En este sentido, y si bien es perfectible, el ranking no es el problema, sino quien manipula las notas para beneficiar a sus estudiantes, aun sabiendo que mejores notas no necesariamente se traduce en un buen resultado PAES.
Por otro lado, es oportuno precisar que el RN otorga un puntaje a la posición relativa de las notas de enseñanza media, en comparación con las notas de tres generaciones de alumnos de un mismo colegio. Por tanto, nunca se compara con compañeros de la misma generación, sino con generaciones anteriores de un mismo centro educativo (DEMRE, 2023). Ahora bien, podría darse el caso (o muchos casos) en que, bajo ciertos supuestos, aun cuando el promedio de notas aumente en toda la población de referencia, el ranking no aumentaría de forma significativa, dejando todo en “Ceteris paribus”.
El problema podría producirse si solo subieran las notas de los mejores alumnos, lo que dejaría con menos opciones a estudiantes de menor rendimiento y, a la inversa, si solo se “inflaran” las notas de los estudiantes con calificaciones más bajas, entonces los alumnos más aventajados reducirían su opción más competitiva de acceso a la educación superior.
En esta línea, es interesante observar la valoración que las universidades le otorgan a las notas de enseñanza media. Por ejemplo, entre 2014 y 2023 la ponderación promedio del NEM bajó de 20% a 15% y el RN subió de 23% a 30% entre las universidades adscritas al SUA. Lo que demuestra que, cada vez más, las universidades valoran el comportamiento académico previo al ingreso a la educación superior.
Esto ocurriría porque existe evidencia que da cuenta de la correlación positiva entre las notas de enseñanza media y el rendimiento académico universitario, particularmente en el primer año de estudio. Por tanto, estudiantes con buen desempeño académico antes de entrar a la universidad, tendrían mejores métodos de estudio, motivación, disciplina y responsabilidad, características que no pueden ser identificadas o reconocidas a través de la Prueba de Admisión a la Educación Superior (PAES). Así, el ranking de notas estaría cumpliendo uno de sus propósitos, ofreciendo mejores y más justas oportunidades de acceso a todos los postulantes.
Por último, el debate en torno al Ranking de Notas en el acceso a la educación superior no debe centrarse en el mecanismo, sino en regular las malas prácticas que podrían ocurrir en algunos establecimientos educativos. Es necesario seguir levantando evidencia para determinar si los incentivos actuales están alineados con los objetivos de equidad y mérito que el sistema busca promover. Mientras tanto, la educación de calidad debe ser el pilar fundamental para asegurar que todos los estudiantes, independientemente de su contexto, tengan las mismas oportunidades.
Por Mauricio Bravo, vicedecano Facultad de Educación UDD
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