Este martes se entregaron los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) para el proceso de postulación y matrícula 2024. En este contexto, es probable que nuevamente seamos testigos de las desigualdades persistentes en nuestro sistema educativo, marcadas por brechas por sexo, nivel socioeconómico y tipo de dependencia administrativa de las instituciones escolares (Municipal o SLEP, Particular Subvencionado o Particular Pagado), resultados que nuevamente nos plantearán preguntas profundas sobre la eficacia de nuestras políticas educativas.
En los últimos años persiste la brecha por sexo en los resultados de la PAES (PSU o PDT), siendo una señal preocupante porque, a pesar de sus avances en otras esferas, la educación parece seguir perpetuando ciertos estereotipos y barreras en el acceso a las universidades. Las diferencias en los puntajes entre hombres y mujeres no se han reducido de forma significativa en los últimos años, lo que quizás nos esté forzando a perder grandes talentos por no contar con un sistema escolar de calidad que ofrezca la mismas oportunidades a todos los estudiantes.
Por otro lado, el nivel socioeconómico es un factor determinante en el éxito educativo, tal como lo evidencian los resultados SIMCE, PISA y de las diferentes pruebas de admisión que se han aplicado en el país. Los estudiantes de familias con mayores recursos obtienen (entre 2013-2023) en promedio 142 puntos más que aquellos de entornos más vulnerables. Esta realidad es un claro indicador de que las políticas educativas implementadas en la última década no han sido suficientes para reducir un ciclo de desigualdad que se extiende más allá de las aulas (Ley de Inclusión, SAE, Ley de Educación Pública, entre otras).
Asimismo, al comparar las pruebas SIMCE 2022 y PISA 2023, observamos patrones similares en los resultados de los estudiantes. Estas evaluaciones, que miden competencias en áreas como matemáticas, ciencias y comprensión lectora, también han mostrado diferencias significativas basadas en el sexo, en el nivel socioeconómico y en el tipo de institución escolar. Por tanto, observamos un patrón recurrente que sugiere que nuestro sistema educativo enfrenta desafíos sistémicos que requieren de una reflexión más profunda sobre las acciones públicas que se necesitan para avanzar sostenidamente hacia una educación de mayor calidad y equidad.
Adicionalmente, la dependencia administrativa de las instituciones educativas es otro factor crítico que está altamente relacionado con el nivel socioeconómico de las familias y sus estudiantes. Las escuelas particulares pagadas, con mayores recursos y mejor infraestructura, suelen superar en rendimiento a las escuelas municipales y particulares subvencionadas. Por ejemplo, en el periodo 2013-2023, las escuelas municipales obtienen en promedio 123 puntos menos que sus pares egresados de colegios particulares pagados. Este fenómeno señala una distribución desigual de recursos y oportunidades educativas, que solo programas o políticas como los Liceos Bicentenario han podido romper a favor de los estudiantes prioritarios del país.
Por otra parte, la baja asistencia a clases, un problema agravado por la reciente pandemia y en algunos casos por paros docentes, ha tenido un impacto considerable en los resultados SIMCE y PISA y, por tanto, es altamente probable que esta tendencia también tenga un impacto en los resultados PAES. Esto es un llamado imperativo para todos los actores políticos y educativos para evitar la suspensión de clases como una medida para resolver conflictos gremiales o para proteger a la comunidad educativa frente a la imposibilidad de las autoridades de salvaguardar su integridad física frente a hechos de violencia urbana.
Por último, los resultados de la PAES a nivel agregado serán nuevamente un llamado a reconocer y abordar los desafíos sistémicos de nuestro sistema escolar. Y como crónica de una muerte anunciada, nuevamente nos llamará a garantizar que todos los jóvenes en Chile tengan acceso a una educación de calidad con equidad y que promueva verdaderamente el desarrollo integral y las oportunidades futuras de los egresados del país. Es de esperar que esta tendencia no se repita en el proceso 2025.
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