La académica de la Facultad de Educación UDD, Marcia Valenzuela, destaca los principales desafíos y aspectos que no deben faltar para generar un ambiente inclusivo dentro de las comunidades educativas.
Durante los últimos años, nuestro país ha alcanzado diversos avances en la creación de políticas educativas inclusivas, creando la Ley 20.845 de inclusión escolar que regula la admisión de los y las estudiantes; la Ley 21.544 que define que los establecimientos educacionales particulares pagados deben contemplar programas de inclusión escolar; y la más reciente Ley TEA que establece la promoción de la inclusión, la atención integral y la protección de los derechos de las personas con trastorno del espectro autista en el ámbito social, de salud y educación.
Estas políticas públicas abren un camino para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, que promueva oportunidades de aprendizaje para todos. Pero estas políticas deben ir acompañadas de procesos de capacitación y acompañamiento en los colegios, y sobre todo, con los docentes en aula.
Sobre esto se refirió la académica de la Facultad de Educación UDD, Marcia Valenzuela, en el webinar “Derribando dudas sobre inclusión en Educación”, actividad que se enfocó en resolver inquietudes que se presentan frente a los procesos de inclusión dentro de las comunidades de las escuelas.
“Para lograr tener un sistema educativo inclusivo, debemos tener un cambio de paradigma en nuestro país, generar un cambio de creencia”, explica Marcia, “salir de la visión clásica de que la diversidad está asociada a un trastorno, para llegar a comprenderla asociada al concepto de neurodiversidad, es decir, como característica humana inherente, donde las diferencias humanas son algo natural”.
Para llegar a este cambio de mentalidad, las comunidades educativas deben desarrollar procesos y adaptaciones en su forma de trabajo y proyectos educativos. Frente a esto, la académica destaca diversos elementos que ayudarán en esta transición hacia una educación inclusiva exitosa:
“Potenciando estos cambios, podremos observar diversos beneficios, tanto para los docentes como para los estudiantes, y esto nos dirigirá hacia un sistema con escuelas para todos por igual, donde los estudiantes aprenden unos de otros, es decir, hay un aprendizaje cooperativo, el que potencia valores sociales de respeto, tolerancia y solidaridad”, explica la académica.
Entre los principales beneficios que genera un sistema educativo inclusivo, destacan:
“Tenemos que ser capaces de mirar las competencias de cada uno de los miembros de la comunidad educativa, y para crear un ambiente en que todos colaboran en los aprendizajes a través de sus propias competencias, y complementan lo que a otros les resulta más complejo” concluye Marcia Valenzuela.
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