En una movida sorprendente, luego de que en 2022 el ministro de Educación anunciara el fin paulatino de los Liceos Bicentenario (LB), dando un duro golpe a la movilidad e inclusión social en Chile, hoy se anuncia una convocatoria para 80 nuevos LB. Sin duda, esta es una excelente noticia que garantiza a miles de jóvenes la oportunidad de mejorar sus futuras trayectorias. No obstante, es pertinente preguntarse por qué esta exitosa iniciativa no se transforma de una vez por todas en una política de Estado que no dependa de los gobiernos de turno.
Esta no es la primera vez que la educación se convierte en un campo de batalla. Recordemos que en el segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), los Liceos Bicentenario sufrieron un recorte presupuestario y perdieron la coordinación nacional que apoyaba su implementación. A pesar de las adversidades, estos centros lograron sobrevivir y, en el segundo mandato de Sebastián Piñera (2018-2022), aumentaron a 320 instituciones en todo el país, incluyendo Liceos Técnico-Profesionales, Científico-Humanistas y Artísticos.
Por su parte, el ministro Ávila anunció que esta nueva convocatoria tendrá cuatro ejes: innovación, colaboración, integralidad e inclusión. Sin duda, los Liceos Bicentenario responden cabalmente a ellos. Recordemos que estos establecimientos atienden estudiantes con altos índices de vulnerabilidad escolar y que además, bajo la nueva Ley de Inclusión y formando parte del nuevo Sistema de Admisión Escolar (SAE), su posibilidad de selección académica está limitada. En otras palabras, no se trata de instituciones elitistas, sino de centros de aprendizaje inclusivos que también atienden a estudiantes con necesidades educativas especiales.
Asimismo, este programa ha generado una revalorización y confianza en la educación pública, lo que ha llevado a padres a trasladar a sus hijos desde instituciones particulares subvencionadas a las aulas municipales (PUC, 2014). Por tanto, se constata que los Liceos Bicentenario están generando una revaloración y confianza en la educación pública. En este sentido, según el Sistema de Admisión Escolar, los Liceos Bicentenario son más preferidos que los emblemáticos. Adicionalmente, los Liceos TP Bicentenario creados desde 2018, obtienen mayor promedio de postulaciones totales y son los que con mayor frecuencia se escogen como primera opción.
Con todo, el estudio antes señalado también afirma que indicadores como deserción, asistencia y reprobación mejoran notoriamente en los LB, siendo altamente coherentes con los propósitos de la actual Política de Reactivación Integral del Mineduc «Seamos Comunidad», que busca «enfrentar los efectos que la pandemia provocó en las comunidades educativas y sus integrantes, en factores tan prioritarios como la convivencia escolar y salud mental, la recuperación integral de aprendizajes, la mejora en las condiciones de infraestructura, la conectividad y transformación digital, y la retención de las y los estudiantes en el sistema educativo» (Mineduc, 2023).
Las cifras no mienten: los resultados Simce de los Liceos Bicentenario desafían la creencia de que una educación de calidad es un privilegio del sistema particular pagado. En 2018, en el Simce de Octavo Básico, los Liceos Bicentenario aumentaron su desempeño en 37,6 puntos, un incremento significativo en todos los niveles socioeconómicos (UDD, 2018). Lo que sin duda pavimenta el camino de los estudiantes hacia mejores trayectorias académicas futuras.
Así, a la luz de todos estos antecedentes, resulta evidente que esta política fue y debe seguir siendo seria, dado que desde el inicio cuenta con sólidos argumentos empíricos para su permanencia y fortalecimiento. Si bien el ciclo de las políticas públicas obliga a evaluar su diseño e implementación constantemente, dado sus excelentes resultados no debería usarse para condicionar su continuidad, sino más bien para resolver aquellos nudos críticos que limitan un impacto aún más alto.
En síntesis, el día en que la educación se conciba como un bien público que genera enormes externalidades sociales y privadas y, por tanto, no como un bien político y programático, lograremos darle el protagonismo que merece y encausarla como una vía real de movilidad social.
Mauricio Bravo
Vicedecano Facultad de Educación UDD
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