Una investigación de las universidades Princeton, Pensilvania y Nueva York identificó las profesiones más desafiadas o con mayor riesgo de ser afectadas por la Inteligencia Artificial, entre éstas aparecen profesores de lengua y literatura inglesa, de historia, de filosofía y religión, y de geografía, entre otros.
Junto con lo anterior, solo un tercio de los docentes son capaces de realizar tareas asociadas a transformar la información y guiar a sus estudiantes en contextos digitales (Claro et al., 2018). Adicionalmente, un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2019) identificó que solo el 13% de los chilenos adultos tenían habilidades avanzadas en el uso de computadoras e internet. Con todo, el panorama es bastante oscuro, más aún cuando la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) ha tomado un rol protagónico en la discusión pública, por una parte, desafiando fuertemente a la profesión docente que carece de herramientas y competencias para su uso; y que, por otra parte, es la profesión mandatada a formar a las futuras generaciones en la habilidades del siglo XXI.
En este sentido, la Política Nacional de Inteligencia Artificial (IA) para el desarrollo digital de Chile, elaborada por el Ministerio de Ciencia en el año 2019 con el propósito fundamental de «Insertar a Chile en la vanguardia y colaboración global relacionada con IA», no se hace cargo de este gran desafío nacional. Esta política, entre sus objetivos transversales, desarrolla una serie de acciones con la finalidad de «promover la formación de habilidades, conocimientos y aptitudes para el uso, desarrollo, comprensión y análisis de la IA en el sistema escolar». Entre estas destaca la generación de recursos educativos; la reformulación y monitoreo del currículum; y la formación de la comunidad educativa en habilidades para el uso de la IA».
Sin embargo, esta no hace referencia a un punto fundamental y necesario para que sus propósitos puedan ser factibles de aplicar, por tanto, es una política positiva en el discurso, pero con nudos críticos o vacíos respecto a aquellas herramientas que se requieren para su correcta implementación en el sistema escolar. Me refiero a la formación inicial y continua de nuestros profesores en aspectos teóricos y aplicados de la IA en los procesos de enseñanza-aprendizaje y su bajada desde el currículum nacional.
Si bien se presentan desafíos para las Instituciones de Educación Superior (IES), estos solo refieren a la incorporación de la IA como un conocimiento transversal a las carreras y al fortalecimiento de las profesiones ligadas a las ciencias de la computación, la robótica, entre otros.
En este sentido, es pertinente revisar y actualizar esta política, incorporando aquellos focos, objetivos y acciones que permitan desarrollar un capital humano avanzado en el uso de la IA de la mano de un equipo docente altamente calificado para enfrentar los desafíos que esta impone a la sociedad y en particular a las comunidades escolares, serán los actuales educandos los que deberán liderar un nuevo mundo que requiere ciudadanos capaces de integrar la IA a la sociedad del conocimiento.
Sin los profesores esto solo será una utopía que nos dejará en el tercer mundo tecnológico. Pero peor aún: los profesores estarán enseñando de una forma obsoleta, de aprender y repetir y si esto no cambia la IA los superarán rápidamente. Formemos docentes que puedan incentivar el aprendizaje profundo de niños, niñas y adolescentes usando a la IA a su favor.