Reportaje originalmente publicado en Revista Educar
No es la primera vez que hacemos un reportaje sobre alumnos con discapacidades y necesidades educativas especiales, pero esta vez quisimos descubrir qué nos falta para seguir avanzando y avanzar rápido… La mayoría de los expertos coincide: un cambio en nuestra cultura porque la educación inclusiva ha demostrado que favorece el aprendizaje de habilidades sociales tales como la empatía, resiliencia, capacidad de diálogo y el trabajo en equipo.
Los padres de Pablo –quienes prefieren no revelar su verdadero nombre–, un niño que nació con muchas dificultades por su discapacidad auditiva, ya habían visitado varios colegios para postular a su hijo. “En todos nos decían que felices nos aceptaban a Pablo, pero que el camino era largo y difícil. Que era nuestra responsabilidad y que nos iban a avisar”.
Pasaban las semanas y los padres de Pablo nunca recibieron una llamada de teléfono, ni un correo, ni menos un mensaje de texto. “Otra vez nos dejaban de lado, porque nuestro hijo era para ellos como un desafío”, confiesa muy triste su madre, Carolina.
Hasta que llegó el día. Pablo había sido aceptado en un colegio, del que tenían muy buenas referencias. “Tenemos toda nuestra fe y esperanza en que Dios nos ha ayudado y hemos avanzado, ojalá así sea”, nos contaba muy optimista Carolina.
¿Por qué ha sido tan duro ese camino para miles de padres y madres como los de Pablo? ¿Qué nos falta como sociedad? “Creo que una de las cosas más importantes que faltan es el cambio de culturas que haga que efectivamente el paso del paradigma clínico médico al paradigma social, de la interacción, se haga presente en la práctica”, señala Cecilia Assael, directora del Magíster en Psicopedagogía de la Facultad de Educación de la UDD.
Explica que la clave es lograr seguir apoyando a cada alumno, ahora no como un “portador de dificultades, sino entender los obstáculos al aprendizaje como aquellos que se generan en la interacción entre el alumno o alumna, y el medio que lo rodea. Pasar entonces efectivamente del modelo de la integración al modelo de una educación inclusiva, en el cual es la escuela la que se transforma para poder abordar las necesidades de todos, entendiendo que estas necesidades se generan en la interacción con otros”.
Debemos avanzar hacia una cultura inclusiva de alumnos con NEE, “simplemente porque en la sala de clases de todas las escuelas ordinarias de Chile, y del mundo, existe diversidad, y cada vez que la escuela insiste en modelos que homogenizan lo que hace es renunciar a entregar educación de calidad a todos sus alumnos”, explica la presidenta ejecutiva de la Fundación Mis Talentos, Isabel Zúñiga.
Afortunadamente, dice Isabel, “hemos transitado desde un Chile que validaba la homogenización como el camino correcto a seguir a uno que reconoce que la diversidad existe, que la diferencia es parte de nuestra naturaleza humana y que es valiosa. Hoy tenemos muchas escuelas que quieren avanzar hacia una educación inclusiva porque entienden que significa educación de calidad”.
En todo caso, advierten Ricardo Rosas, director del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión CEDETi UC y del Centro de Justicia Educacional (CJE); y Rosario Palacios y Victoria Espinoza de esa institución, “el trabajo con estudiantes con NEE no puede seguir una receta. No hay una mejor forma de trabajar con ellos, ya que la flexibilidad debiera ser el principio rector para así poder escoger el mejor camino en cada caso. De hecho, hay estudiantes que, en salas de clases inclusivas, aprendiendo junto con sus compañeros, con un docente que despliega metodologías inclusivas para la enseñanza, podrán desarrollar sus capacidades y aprender. Sin embargo, esos mismos estudiantes en salas inclusivas categorizadas como inclusivas en el papel, pero sin los recursos docentes para la inclusión, no estarán mejor que en un aula de recursos con un profesor diferencial o en una escuela especial”.
En ese sentido, para Cecilia, un camino es justamente poder realizar “un cambio que implica el trabajo de los equipos especializados no dirigidos a un niño u otro en particular, salvo excepciones especiales que así lo requieran, sino el trabajo colaborativo entre profesor de aula y profesionales especializados que se ponen al servicio de un aula más inclusiva. La dupla profesional, profesor de aula y profesor especialista, trabajando en conjunto para poder derribar obstáculos al aprendizaje y la participación. Lo que se transforma es la escuela, se transforma el aula, para poder generar accesibilidad para todos”.
Esto requiere horas de trabajo colaborativo, señala la académica de la UDD, y que el equipo de especialistas –que, al menos en las escuelas públicas, es contratado vía subvención preferencial por diagnóstico de los niños– no quede ligado en términos de funciones sólo a esos niños, retornando a un enfoque médico clínico, sino que se ponga a disposición de trabajar colaborativamente con el profesor de aula, derribando barreras u obstáculos al aprendizaje y la participación.
Porque, a juicio de la investigadora de la UDD, la mejor forma de trabajar con alumnos con NEE “es interactuando con ellos desde la sala regular, con duplas de profesores trabajando colaborativamente para generar ambientes de desafío que ayuden a potenciar experiencias de aprendizaje para lograr mayor desarrollo. La idea es partir desde todo lo que los niños y niñas con NEE puedan compartir con su grupo curso, e ir adecuando de menos a más según las necesidades. Muchas veces pueden estar compartiendo las mismas actividades, sólo con adecuaciones en algunos atributos; por ejemplo, cambio en los niveles de complejidad (leer una síntesis del texto compartido en el grupo; responder luego a menos cantidad de preguntas), cambios en los niveles de abstracción (leer el mismo texto, pero acompañado de más dibujos), instrucciones más cortas para una actividad, etc. Muchas veces no es necesario cambiar la actividad, sino generar algunas modificaciones, para lo cual el trabajo colaborativo entre docentes de aula y el docente especializado es muy importante”.
Según Isabel Zúñiga, en términos de inclusión la pandemia afectó transitoriamente de manera muy negativa. “ ‘Aumentaron las brechas’ es una frase que hemos escuchado con frecuencia, y que en concreto significa, por ejemplo, que muchos niños y niñas no tuvieron acceso a clases, en ningún formato, y que aumentaron los rezagos en los aprendizajes”.
Pero la pandemia también fue una invitación a pensar la educación en “modo inclusivo”. “Me tocó ver a muchos docentes trabajando duramente para poder llegar a todos sus alumnos, considerando en ese trabajo sus realidades personales y contextuales. ¿Cómo llego con mi clase por Zoom a Juan, que tiene discapacidad visual?, Ana tiene que cuidar a su hermano, Pedro no tiene computador, Kathy tiene déficit atencional, o a la casa de María no llega internet. ¿Qué son todas esas preguntas, reflexiones e innovaciones para lograr llegar con educación de calidad a todos? Son educación inclusiva, y si logramos que perdure en el tiempo, será el gran regalo que nos deje la pandemia”.
Para los académicos del Centro de Justicia Educacional, considerando lo ocurrido con la pandemia y la historia de inclusión en Chile, la gran deuda pendiente de la formación inicial docente es que todos los profesores tengan formación para trabajar con niños con NEE. “El sistema central debiera ofrecer capacitación y formación a los que en su formación inicial no la tuvieron. Afortunadamente, existen muchos cursos digitales gratuitos y accesibles en muchas instituciones americanas y españolas”, señalan.
Por ello, para Cecilia Assael, en este tema la mejor forma de ayudar a los docentes es nuevamente a través del trabajo colaborativo con los profesores que tienen mayor especialización, trabajando juntos en las planificaciones, en las posibilidades de diversificación de material, y luego colaborativamente apoyando de manera directa a los niños y niñas en la sala. “El docente es el especialista en el currículum, en la enseñanza de sus disciplinas específicas (matemáticas, lenguaje, arte, ciencias, etc.). El profesor especialista que trabajará colaborativamente con él, es el especialista en aprendizaje, en diversificación de herramientas metodológicas, en diversificación de materiales, en adecuaciones cuando correspondan. Por lo tanto, el trabajo colaborativo entre ambos es lo que permitiría efectivamente una buena enseñanza para un buen aprendizaje de niños y niñas con NEE”.
Sucede que en la formación inicial docente del profesor regular es importante la sensibilización y comprensión de que no se encontrará con un aula homogénea, o con niños homogéneos. “Hoy en día las aulas son el reflejo de nuestra sociedad, y en ese sentido son aulas que deben transformarse para trabajar con la diversidad, y eso hace que sea imperativo cada vez más el trabajo colaborativo entre docentes para gestionar las llamadas aulas inclusivas, o sea aulas diversificadas”, explica la académica de la UDD.
En relación a predictibilidad y uso de test, cuenta Cecilia Assael que profesionalmente tiene una formación muy anti psicométrica. “Me formé con el profesor Feuerstein, y por lo tanto vengo desde una tradición de las Evaluaciones Dinámicas de propensión al Aprendizaje, por contraposición a los test estáticos que evalúan lo que el alumno es capaz de hacer en un momento dado, sin ayuda de un adulto, pero que no muestran la propensión al aprendizaje de ese alumno o alumna”.
En la misma línea, para Ricardo Rosas y su equipo la predictibilidad de los test depende de la calidad de la investigación que hay detrás de su construcción. “Todos los test deben tener una estandarización nacional de una antigüedad máxima de 15 años y con manual que dé cuenta detallada de la metodología de obtención de datos, su confiabilidad, validez y predictibilidad. Si un test no cumple con tener esa documentación completa, no debiese usarse”.
¿Qué test debieran aplicarse en los distintos niveles? “La evaluación de las necesidades educativas especiales de los estudiantes debe tener un foco integral y no puede realizarse por medio de la aplicación de un test único. Antes de proceder a la evaluación debe realizarse una detección primaria, la que en muchos casos es realizada por el profesor o profesora jefe del estudiante, o por sus familiares. Los instrumentos a utilizar dependerán de las características y necesidades de cada estudiante, lo que puede determinar la necesidad de un proceso de evaluación multidisciplinaria, donde pueden participar profesores, psicopedagogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y médicos, entre otros”, señalan desde el Centro de Justicia Educacional.
Sin embargo, explica Ricardo Rosas, no existen instrumentos estandarizados en Chile para evaluar toda la gama de necesidades educativas especiales que se presentan, por lo que se usan pruebas que contienen normas diseñadas para poblaciones muy distintas a la nuestra. “Debe desarrollarse en nuestro país una mayor cultura evaluativa, donde se promueva la estandarización y el uso de los instrumentos adecuados para hacer diagnósticos precisos, que guíen la implementación de estrategias de intervención eficientes”.
Según la académica de la UDD, hay que ser muy cuidadoso con los test, y el para qué se usan y cuándo se usan. “Si son test que van a medir sólo lo que es capaz de hacer en un momento dado, y lo clasificarán dentro de alguna categoría que, a su vez, tiene un etiquetaje específico, hay que pensar muy bien en qué nos está ayudando el hecho de aplicarlo. Dichos test están construidos para medir el resultado en un momento dado. Creo que debiéramos guiarnos cada vez más por evaluaciones mediadas; es decir, evaluaciones no estandarizadas que, más que medir algo específico, evalúan la capacidad de cambio del ser humano, ya que describen y orientan el tipo de ayuda que ese estudiante requiere. Esa es una información muy importante tanto para los educadores como para las familias; es decir, cuál es el tipo de ayuda que requiere para poder cambiar. Para ello, la evaluación y la intervención deben ser parte de un mismo proceso”.
Una dieta balanceada y un buen aporte nutricional, según los estudios, permiten que el cerebro se desarrolle y funcione de buena manera. De hecho, existen investigaciones preliminares que han mostrado que una baja concentración de zinc podría contribuir a la sintomatología de algunos trastornos, como el déficit atencional.
Conversamos con la neuróloga Keryma Acevedo, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien reveló la importancia de una alimentación equilibrada en el buen desarrollo del cerebro y del aprendizaje.
En primer lugar explicó que, en términos generales y dentro del estado de salud, el estado nutricional de un niño va a jugar un rol muy importante porque va a ser básico. “Para que ellos puedan aprender y trabajar de buena forma y para que su cerebro se desarrolle en las mejores condiciones posibles, la nutrición es fundamental. Por tanto, nutricionalmente los alumnos deben estar preparados para el desafío que significa aprender, y en ese sentido existen estudios que han demostrado que el ambiente general de los niños, que incluye el tipo de dieta, la actividad física y los factores o estilos de vida, va a influir en su salud, como también en sus procesos de aprendizaje”.
Cuenta la doctora que, aunque se han publicado algunos trabajos, todavía está en desarrollo esta área de investigación. Se ha descrito, por ejemplo, que “el aporte excesivo de algunos ácidos grasos podría influir en los procesos de aprendizaje. Pero yo creo que es algo que requiere más estudio”.
Sin embargo, para que el cerebro se desarrolle en las mejores condiciones importa la salud nutricional de los alumnos. “Existen estudios que indican que factores como bajos niveles de hierro podrían estar relacionados con cambios en la estructura neuronal y en el establecimiento de sinapsis o conexiones entre las neuronas, y podría traducirse en efectos en los aprendizajes, pero no es algo que esté demostrado”, relata la doctora.
Durante la pandemia, explica la neuróloga, se observó una baja en la realización de ejercicios y eso hay que recuperarlo, ya que el ejercicio es una recomendación súper importante y se perdió mucho durante la pandemia. “El hecho de hacer deportes colectivos también permite mejorar la socialización, aprender el respeto de las reglas al compartir y trabajar en equipo, así que eso es algo absolutamente recomendable”.
Si necesitas más información revisa: http://eligevivirsano.gob.cl/vida-saludable-en-casa-ninas-ninos-y-adolescentes/