M. Josefina Santa Cruz
Decano Facultad de Educación UDD
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Dado que gran parte del conocimiento está a un click de distancia y muchos procesos pueden ser fácilmente automatizados, los expertos dicen que el mercado laboral ya no valora como antes los conocimientos específicos ni la destreza en una disciplina. Según Bill Drayton, el fundador de Ashoka, la red de emprendedores sociales más grande del mundo, lo que el mundo de hoy requiere son personas dispuestas a generar cambios donde otros solo ven problemas, lo que él llama “changemakers”.
Su organización se dedica a promover la mentalidad changemaker para hacer de sus miembros emprendedores sociales que no solo se preguntan cómo podrían ser las cosas diferentes, sino que además organizan equipos y proyectos para responder a las necesidades que identifican. Esto porque un agente de cambio se moviliza desde el respeto y valora la colaboración, entendiendo que es el mejor modo de llegar a buenas soluciones.
Esta forma de pensar se forja desde la infancia y uno de sus pilares es el desarrollo de la empatía. Además, esta habilidad no es simplemente simpatizar con el otro y ofrecerle algo que desde nuestra realidad pensamos que necesita, al contrario, es antes que nada, ponerse en el lugar del otro y compartir su realidad para entender realmente lo que lo va ayudar.
Los profesores somos actores centrales en el desarrollo de esta habilidad y estamos llamados a diseñar escenarios en que los niños puedan experimentarse como agentes de cambio, identificando su capacidad para hacer transformaciones en ellos mismos, en sus amigos, en la familia, en su colegio y, más adelante, en la sociedad.
Los profesores changemaker son inspiradores porque creen en sus alumnos y saben ver al mismo tiempo problemas y caminos de solución, y les gusta unirse a otros profesionales, conversar con sus comunidades y son capaces de ir forjando esa mentalidad que tanta falta nos hace: convertir los problemas en oportunidades.
En nuestro país hay docentes extraordinarios, changemakers genuinos, que han dejado huella con experiencias documentadas en libros como “Quién dijo que no se puede”, “quien dijo que era fácil “o “¡¡ Se puede!!”.
El desafío ahora es que muchos niños y jóvenes, sean capaces de empatizar, identificar necesidades y encontrar soluciones.
Hay colegios en que niños de segundo básico han realizado un proceso creativo y riguroso para detectar necesidades en sus escuelas: recuperar las cosas perdidas, hacer los patios más entretenidos, bajar la altura del mesón de atención del kiosko del colegio u organizar sistemas colaborativos para que los compañeros que no han venido a clases puedan ponerse al día rápidamente.
Si logramos tener muchos establecimientos donde los niños aprendan a ser agentes de cambio, ya no hará falta rogarles a los jóvenes que vayan a votar, pues habrán aprendido profunda y significativamente, que son tan responsables de su destino como del de su país.